Lilia Avila Jiménez
Curiosa fecha para nacer; un 31 de diciembre de 1987 vio por primera vez la luz en la Ciudad de México esta artista; arropada por el hermoso paisaje de Xochimilco, que desde temprana edad despertó en ella la creatividad al estimularla con todo el colorido propio de esta zona de la ciudad, donde en tiempos pasados otros grandes artistas de la talla de Francisco Goitia se inspiraron y crearon un lenguaje pictórico de gran fuerza y emotividad.
Sus primeros años fueron inciertos en cuanto a su destino, sin embargo, siempre contó con gran destreza en el dibujo , además de ser este una válvula de escape a sus emociones contenidas; cuestión por la cual fue desarrollando su técnica y como primer acercamiento al arte, se desenvolvió en la caricatura haciéndola creer que su camino tenía como destino el diseño y más específicamente la ilustración.
Posteriormente, encontró cierta insatisfacción en el mundo de la ilustración, sentía la necesidad de encontrar la manera de ser más expresiva y satisfacer así sus necesidades intelectuales y estéticas; no hay mucho más que decir, sólo que su futuro se encontraba en el arte, su verdadera vocación, que le despierta gran pasión y para la cual cuenta con gran talento natural.
Después de ciertos problemas personales y haciendo gala de una gran fortaleza (que más tarde se haría evidente dentro de su obra), fue que decidió iniciarse en el arte. Ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas donde después de ciertos titubeos y tras perder el miedo a enfrentarse a su interioridad, comenzó a construir un lenguaje que se ha especializado en el ámbito pictórico, pasando de lo altamente figurativo a lo abstracto , en una transición que quizá ha sido lenta, pero que ha fortalecido y nutrido su lenguaje plástico.
Fue en el taller del profesor y gran artista Juan Manuel Salazar donde ella comprendió y fortaleció su proceso creativo; del cual se enriqueció aún más su obra plástica, haciéndola más afable y conduciéndola a una etapa donde deja totalmente la figuración por la expresividad pura, reflejada en las manchas y escurridos de pintura que muestra en sus lienzos.